miércoles, 17 de julio de 2013

Darkrose Parte 1

Oscuridad, tan solo oscuridad, es lo único que recuerdo antes de que ocurriese aquel fatal accidente que me hizo perder la memoria. Era Lunes ¿O quizás martes? (El tiempo tampoco significa mucho para mí) la mañana en la que me encontraron tirada y magullada en las sucias calles del centro de Zaragoza. Los médico asociaron mi pérdida de memoria con algún accidente, pelea o a causa de haber bebido demasiado una noche de irresponsable fiesta. Las únicas pistas que tenía sobre mi pasado eran mi nombre, Elizabeth y un anillo en el dedo anular de la mano, que parecía no haberse movido de allí en siglos, de una hermosa rosa de plata.
Observé mi reflejo en el espejo del baño de mi habitación triste y solitaria de hospital, en las últimas dos semanas que había permanecido allí nadie había venido a visitarme y no me extrañaba, la verdad, con mi aspecto aterrorizaría a cualquier visitante, mi pelo negro azabache largo cuan Rapunzel se desparramaba por mi rostro pálido como la nieve que incluso dejaba vislumbrar alguna  que otra vena más negra que azulada, mis dientes algo más puntiagudos y afilados de lo normal  y lo peor de todo, mis ojos color sangre que brillaban cuan luceros en el reflejo poco nítido, supuse debido a la suciedad,de aquel pequeño aseo.
El personal sanitario no sabía muy bien qué hacer conmigo y dónde mandarme puesto que nadie se había ocupado en venir a buscarme, pero bajo ningún concepto iba a quedarme más tiempo en esa asquerosa cama de hospital así que opté por inventarme una vida, una vida de estudiante de intercambio, eso explicaría la falta de familiares en las semanas anteriores, dije tener 20 años, edad que aparentaba mi rostro y alguna que otra trola más para conseguir el alta.
No tardé en encontrar piso ya que, tan solo salir del hospital me esperaba un chico alto y de largos cabellos negros recogidos en una coleta apoyado en la pared.
- Me he enterado de tu situación- dijo con una voz increíblemente seductora
Lo miré extrañada, quizás era algún amigo mío, pero no recordaba nada en absoluto.
- Sé que no tienes casa, o al menos que no te acuerdas dónde está. no hagas preguntas y yo te ofreceré una y dinero para tus gastos
- Gracias- murmuré- pero...Me gustaría saber de que te conozco
-He dicho que nada de preguntas- dijo seriamente sin siquiera dignarse a mirarme
- Pero... Al menos dime tu nombre
El desconocido se giró bruscamente hacia mí y con una fuerza sobrenatural me acorraló contra la pared
- ¡He dicho que nada de preguntas!- volvió a repetir. Su voz reflejaba un profundo enfado, al contrario que el dolor que dejaban vislumbrar esos hermosos ojos rojos iguales a los míos.
Le aparté de un empujón y me crucé de brazos.
- De acuerdo, pues no me pienso mover de aquí hasta saber el nombre de mi casero ¿Quien me dice que no eres un violador?
Él rió por lo bajo.
- Tu de un violador te deshaces con un solo suspiro- susurró para evitar ser oído.
- ¿Qué has dicho!- respondí enfadada.
Me sonrió
- ¿Si te lo digo vendrás conmigo?
Afirmé con la cabeza, había algo en él que me inspiraba confianza.
- Mi nombre es Vlad
Por alguna extraña razón a pesar del inusual nombre supe que no mentía y de repente, como si de magia se tratase, ese nombre abrió una pequeña puerta a mis recuerdos, parecía tener alguna pequeña  obsesión con los vampiros, quizás a causa de algún libro o alguna película sentía una profunda admiración hacia esos seres.
Llegamos a mi nuevo hogar, un enorme Chalet a las afueras de Zaragoza.
Vlad puso en mis manos un  grueso sobre blanco y desapareció sin dar más explicaciones.
Abrí el sobre con cierta curiosidad y lo que vi me dejó pasmada, un increíble fajo de billetes purpuras descansaban entre mis manos, allí había al menos 10.000 euros, observé con atención, entre ellos se escondía una pequeña nota con una letra de una hermosa caligrafía.
"Si necesitas más solo tienes que llamarme a este teléfono: 606452256 te traeré dinero cada mes, por lo demás no te preocupes, te he dejado ropa en los armarios y todo lo que he considerado necesario, todo esto te lo ofrezco con una simple condición: no busques trabajo y pasa desapercibida.
Un saludo:
Vlad"
Me llevé el papel a los labios, tenía un dulce aroma a lirios.
Me pasé horas inspeccionando la casa, los armarios estaban llenos de joyas de gran calidad entre las que destacaban diamantes, rubíes, esmeraldas, zafiros y azabaches, hermosos corsets y faldas y algún que otro pantalón y camiseta más casual para el día a día, aquello parecía digno de una princesa.
En la casa se respiraba un ambiente oscuro pero acogedor, el rojo se mezclaba en perfecta armonía con los morados de mi enorme cama y los negros de las docenas de candelabros que la casa disponía.
Volví a abrir la carta:
"Pasa desapercibida"
¿A qué venía eso? ¿Acaso estaba en peligro? Vlad sabía más de lo que aparentaba pero no tenía ni idea de qué podía esconder.


CONTINUARÁ...

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