Cuando llegué de nuevo a casa, ya por la mañana, todo había cambiado, te encontrabas en la cocina, preparando un suculento desayuno, tu pelo había vuelto recobrar su color, al igual que tus mejillas, aunque esos labios rojos jamás se aclaraban.
Te sonreí.
- Veo que te encuentras mucho mejor.
Afirmaste.
- Será la luna que me reconforta.
Reí.
-Sí, eso será...-dije en tono sarcástico- es bastante extraño que te hayas recuperado tan de repente y con tan buenos resultados.
- Ya sabes que no soy normal- fue tu única respuesta- ¿Qué chica normal se relacionaría con lobos?- dijiste esto intentando parecer divertida, pero noté como tu voz se quebraba de la tristeza.
Te abracé, intentando ofrecerte consuelo. Tú te giraste sorprendida y me miraste con esos enormes ojos color miel.
- No puedo evitar quererte sentir cerca- me murmuraste al oído.
Te besé dulcemente, tu mano acariciaba mi pelo mientras poco a poco el beso adquiría más pasión.
- Más cerca- volviste a susurrarme.
Tu mano se deslizaba por mi espalda mientras, poco a poco, nuestros pasos inconscientes nos dirigían a mi habitación.
Te tumbé sobre la cama, había aprendido a amarte tanto...a ti, a una desconocida que había encontrado misteriosamente en el bosque, que era capaz de darlo todo por ti.
Dulcemente fui desvistiéndote como quien quita el vestido a una delicada muñeca de porcelana, y todo cobró sentido, una oleada de magia nos envolvió, mi cuerpo y el tuyo al fin juntos, la bella y la bestia se habían encontrado y la bestia por fin podría convertirse en príncipe. Al ver tu perfecto cuerpo desnudo sobre el mío, y tu amor brillando en tus ojos juré que, costase lo que costase, la bestia que había en mí jamás iba a volver a liberarse, una princesa como tú, merecía estar con un príncipe no con un...animal.
Te besé en el cuello, tú me hacías sentir perfecto.
Las semanas pasaban, viviendo una historia de amor que jamás pensé que iba a vivir.
Llegó la irremediable noche de luna llena pero nada ocurrió, ni esa, ni la siguiente, ni la siguiente...Tu dulce embrujo me había curado, en cambio tu pelo adquiría cada me que pasaba un tono más claro llegando a tornarse, finalmente, de un blanco platino.
Sabía que aquello no era bueno, te sorprendía más de una vez mirando tu pelo extrañada al espejo y sentía por las noches como me abrazabas con fuerza aguantando un silencioso dolor mientras las lágrimas corrían por tus mejillas.
Hasta que, un día, tu cuerpo no aguantó más y te desplomaste sobre el suelo, sabía que odiabas a los médicos, los hospitales, los quirófanos y las medicaciones pero no podía permitir que te pasase algo, perderte y no volverte a ver.
Llamé a la ambulancia y aquí estamos, semanas de pruebas sin que encuentren nada, un simple ataque de corazón que, según dicen te ha dejado así, aunque por alguna extraña razón creo que esa es la tonta excusa que ponen cuando no saben que te ha pasado y aquí termina la historia, te ti depende que tenga una final feliz
El doctor, en ese preciso instante, entró por la puerta, su cara no reflejaba precisamente buenas noticias.
Miré por la ventana, una de esas noches que tanto había temido antes de conocer a Lucy, si venía a estas horas no podía significar nada bueno.
- ¿Qué ocurre doctor?- dije ya con lágrimas en los ojos imaginándome la noticia.
-Lucy está muy grave, no sé como decirle esto, pero apenas durará unas horas.
Afirmé tristemente, intentando contener las lágrimas.
- De acuerdo, si me disculpa me gustaría pasar las últimas horas que le quedan solo con ella.
El doctor afirmó y cerró la puerta.
Me acurruqué junto a ella, como habíamos hecho todas las noches durante estos últimos meses.
Apoyé mi cabeza sobre si pecho ¿Acaso jamás podría volver a hacer aquello?
En ese preciso instante la luz de la luna me bañó por completo y como si el embrujo retornase con su muerte mis manos se transformaron en garras, mi cuerpo se llenó de pelo negro, mi tronco se encorvó y mi rostro tomó rasgos lobunos.
Un lobo, eso era lo que era, un maldito lobo que había matado a su primera novia a sangre fría inconscientemente, que había jurado no volver a enamorarse y había incumplido su promesa...pero todo eso me era indiferente en esos momentos, una profunda tristeza me embargaba y de mis ojos manó una cascada de lágrimas, mojando mi pelaje y con ello el bello e inerte rostro de Lucy.
Cerré los ojos intentando contenerlas, era imposible...
En ese preciso momento una mano acarició mi lomo, una mano que conocía muy bien, pequeña y delicada, levanté la vista y me encontré a Lucy con los ojos abiertos bañados en lágrimas y una anche sonrisa. Su pelo, hacía unos momentos, blanco como la nieve, volvía a ser negro azabache.
Me abrazó con fuerza.
- Lo sabía, sabía que eras tú, el chico lobo, el único del planeta que me entendería, el que me concedería la vida.
Salté de la cama asustado, la luna comenzaba a perder su efecto sobre mí y mi rostro volvía a presentar detalles humanos.
-Lucy estas viva- murmuré entre gruñidos- pero...¿Acaso no te asusto?
Ella negó con la cabeza, mientras mi cuerpo adquiría por completo su aspecto humano.
-¿Te acuerdas que te dije que me había escapado de casa?
Afirmé con la cabeza.
-Bien, yo vivía en el bosque, con los lobos, hasta que los cazadores los mataron a todos con una falsa alarma, afirmando así proporcionar seguridad, así que me vi obligada a huir, y te encontré a ti, en ese momento supe que tu eras especial, el único que me comprendía...yo soy la madre de los lobos y tan solo puedo sobrevivir mientras ellos vivan cerca de mí, mientras tú estés conmigo.
La besé como si nunca pudiese volver a hacerlo, era perfecta toda ella.
Me acerque a su oído y murmuré:
-Te amo, eres la única que ha hecho sentir a un lobo como un príncipe
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario