Todavía recuerdo la primera vez que te vi, cubierta por los copos de nieve del invierno, pálida y congelada, pero con una belleza inigualable, como unos labios tan rojos como las rosas y el pelo negro ondulado al viento cuan princesa Blancanieves que camina por el bosque, han cambiado mucho las cosas desde entonces...Mi Blancanieves se ha transformado en la bella durmiente, que se debate entre despertarse y volver a ver la luz, y el sueño eterno, si fuese tan fácil como en los cuentos, si un inocente beso la despertase, se habría levantado hace mucho de esta cama de hospital en la que se encuentra tumbada hace tanto tiempo...¿Y si le recordase todos los motivos que tiene porque vivir? Dicen que las personas en este estado pueden sentir y escuchar todo lo que les rodea.
Me aclaro la garganta y comienzo a contar nuestra historia.
Te encontré, abandonada en el bosque, un sábado en la tarde en de invernal, llevabas un precioso vestido blanco, no muy apropiado para la época y, de repente, como si las fuerzas te abandonasen, te desplomaste sobre la nieve. Corrí hacia ti y, sin pensármelo dos veces, te ofrecí mi chaqueta, aun sintiendo que el frío congelaba mis huesos.
Levantaste la vista, con una sonrisa angelical y esos ojos color miel que jamás se borrarán de mi mente, tan brillantes como dos luceros.
- ¿Qué haces aquí?- pregunté al tiempo que te levantaba del suelo.
Miré tus pies, estabas descalza. Te levanté y te sostuve en brazos.
- ¿Por qué vas así vestida?
Me sonreíste.
- Me gusta contactar con la naturaleza.
Suspiré
- Hay otros modos ¿Sabes?
Te llevé hasta mi casa, abrí la puerta de una patada y te tumbé sobre la cama, tenias un aspecto tan inocente con los ojos cerrados y la respiración más pausada y tranquila...sin olvidar esa hermosa sonrisa.
Te dejé descansar un rato, no había prisa en que te fueras, al fin y al cabo no era seguro que nadie viviese conmigo, tenía digamoslo así, una personalidad muy cambiante, así que vivía solo.
Pasada una hora, escuché tus pies descalzos por mi suelo de moqueta; tengo un oído excelente.
Había jurado no volver a enamorarme desde aquel inesperado accidente, pero tu sola presencia me producía escalofríos, era como si tan solo con una mirada pudieses leer todo lo que pasaba por mi cabeza.
- Gracias por salvarme- murmuraste- mi nombre es Lucy.
Me levanté de un salto del sofá.
- E..esto...Víctor, no hay de qué- tartamudeé- Si ya te encuentras mejor te acompañaré a tu casa ¿Donde vives?
Tú jugueteaste con tu pelo tímidamente.
- No tengo...
Te miré sorprendido.
- ¿Cómo que no tienes! Todo el mundo tiene casa ¿Acaso has huido de la tuya?
Cada vez me sorprendías más.
- Se podría decir así...
Sabía que no debía, que ofreciéndote alojamiento correrías peligro, pero mandarte de nuevo al bosque o sola por las calles era enviarte a una muerte segura.
- ¿Quieres quedarte aquí?- pregunté algo avergonzado.
- Sí, no estaría mal- parecía que mi ofrecimiento no te sorprendía en absoluto, que supieses que aquello iba a ocurrir.
Me acosté, estaba agotado.
Al día siguiente fui a tu cuarto, no estabas, miré por la ventana, volvías a ir descalza con ese fino vestido camino del bosque con paso firme.
Decidí seguirte y saber lo que tenías entre manos, qué muchacha mas extraña...
Caminé un largo rato por el bosque escondiéndome entre los árboles para evitar ser visto.
Te sentaste bajo un árbol como si esperases a alguien con gesto triste, de repente, de la maleza, apareció un lobo, tan blanco que la nieve le servía de camuflaje, pero había algo que no pasaba desapercibido, su costado estaba completamente manchado de sangre.
Tú te levantaste precipitadamente y lo abrazaste como si de tu familia se tratase.
Era una situación tan extraña que cualquiera se habría asustado, pero estoy acostumbrado a fenómenos paranormales, y en cambio a mí me pareció una escena realmente entrañable, como si el lobo de su propio hermano se tratase, y bueno, exactamente, no iba muy desencaminado.
- Hijo mío ¿Qué te han hecho?- dijiste entre sollozos- ¿Cuantos quedáis vivos?
El lobo te miró como si con una simple mirada pudiese responder a tus preguntas.
- ¿Solo tres?- murmuraste, y comenzaste a llorar de nuevo como si el alma se te rompiese en dos- Ven aquí, yo te curaré.
Pasaste tu delicada mano sobre la zona ensangrentada del animal y su herida, por arte de magia, sanó por completo.
Mientras yo, por alguna extraña razón, deseaba con toda mi alma que al que acariciases el lomo fuese a mí.
Esta escena se repitió durante las siguientes dos semanas, rodeándote de los blancos lobos todas las tardes.
Hasta que un día me despertaste por la noche con tus gritos. Corrí hacia tu cuarto, y allí estabas, tendida en la cama gritando, retorciéndote de dolor y bañada en sudor.
Te sacudí, pensando que si te despertaba acabaría tu tortura.
Me miraste con ojos suplicantes y me abrazaste con lágrimas en los ojos.
- Ya pasó Lucy, ya pasó, solo ha sido una pesadilla.
Negaste con la cabeza.
-No, no ha sido ninguna pesadilla, los han matado, esos malditos cazadores los han matado a todos...
Te miré confundido.
-¿A quien han matado?
- ¿Te crees que no lo sé?- respondiste con una ceja enarcada- ¿Que vas todos los días a ver como me encuentro con los lobos? No soy tonta Víctor, sé escuchar y sentir el dolor que sienten ellos.
Te interrogué con la mirada, tus comentarios no eras sino extraños.
- No puedo explicarlo con palabras, pero sé que me tendría que ir de aquí aunque no puedo...hay una fuerza invisible que me impide alejarme de ti.
Miré tus ojos, bañados por la lágrimas, no podía evitar sentirme atraído por ti.
Te acaricié la mejilla lo más dulcemente que, una bestia como yo, puede acariciar a una delicada rosa como tú, acerqué mis labios a los tuyos y te besé, fue como una conexión, una corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo, como si hubiese estado esperando ese beso toda mi vida.
Los siguientes días pasaros lentos y la preocupación invadía mi mente, cada día estabas peor, y no permitías, bajo ningún concepto, que un médico te examinase, tu pelo, antes negro azabache, se tornó de un gris apagado.
CONTINUARÁ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario