Hola a todos, quiero
presentarme, soy una chica japonesa de 15 años ¿Mi nombre? No tiene
importancia, tan solo soy una de las muchas víctimas del desastre de Fukushima.
Y, si no os importa, me gustaría contaros mi historia, no es una historia de príncipes y princesas, o de superhéroes y
faunos, es una historia basada en la realidad, la cruel y dura verdad, para que
os deis cuenta de que solo los sentimientos permanecen, lo demás, bienes
materiales, e incluso tu vida se lo puede llevar un simple capricho de la
naturaleza.
Mi jornada comienza como otra
cualquiera, un travieso rayo de sol golpea mis parpados, despertándome, siempre
con una sonrisa en la cara, feliz de empezar un nuevo día.
Me visto el uniforme y pongo
rumbo a la escuela. Mi madre ha tenido que salir antes con mi hermana debido a
que vivimos algo lejos de la costa, y el colegio suyo esta cercano a esta, así
que tendré que ir sola.
La jornada de estudio se hace
larga, pero, poco a poco las horas van transcurriendo. Un temblor. Uno de los
muchos terremotos que sacuden mi país, ya estamos acostumbrados. Hacemos los
métodos de emergencia adecuados, pero, esta vez es algo distinto.
Oigo el sonido del mar ¿Cómo
es posible? Miro por la ventana. Una enorme ola se aproxima hacia nosotros.
Abro la boca para gritar; inútil, el agua ya está encima nuestro.
El edificio se derrumba por
completo, desplomándose sobre mí y mis compañeros.
Abro los ojos, todo está
negro, por un momento creo haber muerto. Despejo mi mente. No, todavía estoy
viva, pero una enorme roca aprisiona mi pierna, sin ninguna posibilidad de
salir. El suelo está algo mojado y ciento de cuerpos sin vida se amontonan a mi
alrededor, parezco ser la única superviviente ¿Me tendría que considerar
afortunada? ¿O en cambio desgraciada? Podría morir de una forma más larga y
dolorosa.
Las lágrimas comienzan a
correr por mis mejillas. No, tengo que ser fuerte aguantar todo lo que pueda.
Las horas pasan lentas,
comienzo a perder la esperanza, intento recopilar todos los buenos recuerdos de
mis amigas, familia...Lo cual me hace llorar todavía más.
Tengo hambre, sed, frío...mis
ojos se cierran y, lentamente, me duermo.
La cálida luz del sol que se
cuela a través de un pequeño hueco me despierta. Se escuchan voces a lo lejos.
Necesito que me escuchen. Intento gritar, pero tan solo consigo emitir un débil
gemido. Cojo todo el aire de mis pulmones, puede que mi vida dependa de ello.
-
¡Ayuda!- Logro
gritar.
Parece que me han oído,
aquellas voces se oyen más fuertes y nítidas, se acercan.
Una cara sonriente se deja vislumbrar
a través de la pequeña hendidura, es la cara de uno de mis salvadores.
Con ayuda de otros dos
hombres logran quitar la piedra que presiona mi pierna contra el suelo y me
ayudan a levantarme y salir a la calle.
Observo el ambiente que me
rodea, todo esta destruido, dos palmos de agua todavía inundan las calles.
Recorro con la mirada a todas las personas que me rodean. De repente, dos
rostros conocidos ¡Mi padre y mi madre! Corro como puedo, debido al dolor,
hacia ellos y los abrazo con fuerza.
Miro a ambos lados
sorprendida. Mi hermana pequeña no está.
-
¿Risako?- solo
consigo articular ese simple nombre.
Mi madre niega con la cabeza
y una pequeña y triste lágrima comienza a correr por sus pálidas mejillas.
-
El tsunami arrasó
su colegio por completo y no quedó ningún superviviente.
Me derrumbo. No puede ser.
Mis lágrimas empapan el suelo ¿Por qué la cruel naturaleza se ha tenido que
llevar a una inocente niña de 5 años?
Nuestro hogar ha quedado
destruido. Durante los siguientes días viviremos en casa de unos familiares que
nos dan alojamiento.
Intento recomponerme pronto,
lo que menos necesita mi familia es ver a su hija derrumbada.
Pasados pocos días me atrevo
a encender la televisión, pero las noticias van cayendo como losas, mi historia
no es única.
El seísmo, el tsunami y, como
consecuencia de ellos, el desastre nuclear, han arrasado mi hogar y la muerte
de mi hermana nuestros corazones, pues el hueco que ha dejado Risako nadie lo
va ha llenar, aunque siempre vivirá nuestro recuerdo.
Estoy asustada, pero intento
parecer serena.
En mi mente sé que lo peor
puede estar por venir, que aquello puede tener graves consecuencias para las
generaciones venideras, pero, de todos modos, me empeño en pensar que lo más
desagradable ya ha pasado.
Somos un pueblo valeroso,
sumiso y resignado, y sé que sabremos sobreponernos a ello, como lo hemos hecho
en anteriores ocasiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario